El país de nunca jamás. Se llamaba así porque las cosas que ocurrían no volvían a repetirse (bueno, sólo algunas) la reina tuvo un hermoso hijo al que bañaba cada tarde. Cuando éste se hizo un poquitín mayor, guardó su bañera de tijeras y allí quedó, algo gastada y polvorienta, pero esperando a un nuevo principito que quisiera sumergirse en sus aguas. Zona atleti. Foto orientativa.
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